Giovanna Chadid — Goads and Papers

Samûm

Samūm —del árabe سَمُوم‎— nombra al viento envenenado del desierto: seco, abrasador, cargado de partículas finísimas de arena, caliente hasta el delirio, y temido por su capacidad de desorientar, quemar la piel y provocar alucinaciones. Este espacio de lectura opera bajo el mismo principio: no ofrece sombra ni diálogo, solo exposición radical al pensamiento. Aquí se entra sabiendo que la claridad puede doler más que la oscuridad.

Samûm

Imagen de Samûm

Foto— archivo personal -Giovanna Chādid

Este espacio no fue concebido para la conversación ni para el ingenio que mendiga atención: aquí el pensamiento es bienvenido, siempre que no necesite tarima. Se desaconseja —con firmeza— el impulso de montarse sobre lo dicho para hacerse notar, esa costumbre menor de parasitar una idea ajena solo para inflarla con sinónimos y simular lucidez y pensamiento crítico.

Aquí no se premia al que alza la voz más rápido ni al que quiere ser “más correcto” que el texto que lo antecede. Este no es un oasis de opinantes, ni una caravana de exhibicionistas: es duna sin sombra, sin audiencia. La escritura que aquí se publica no busca provocar ecos de ego, sino resonancias de pensamiento. Y quien no sepa la diferencia, haría bien en seguir de largo, antes de quemarse la lengua con arena caliente. No se confunda: esto no es X, ni una barra abierta de opiniones, ni un showroom para exhibirse bajo el disfraz de la curiosidad intelectual.

Tampoco es un diario con pretensiones terapéuticas ni una mesa redonda para compartir trauma. Esto es un umbral sin bienvenida. Este es un espacio de lectura. No de dumbscrolling, no de consumo rápido, no de chismografía encubierta con signos de interrogación. Aquí no se entra a “ver qué hay”, como si se tratara de un supermercado; se entra si se está dispuesto a perder el tiempo con sensatez. Si aún no comprendes que la lectura verdadera exige ocio, lentitud y una forma de atención profundamente antieconómica, probablemente este no es tu sitio. Aquí no se siembra aplauso: se sopla arena caliente.

La escritura aquí no busca ser comentada, interpretada, retribuida ni aplaudida, no se solicita retroalimentación, porque esto no es un formulario de satisfacción al cliente, ni una clase participativa, ni un debate de centro comercial. La literatura, la filosofía, la poesía —las que aquí se cultivan— no necesitan consuelo ni defensa: exigen silencio. Exigen entrega. Exigen un lector capaz de desaparecer mientras lee, como quien cruza una tormenta sin guía. Este blog —con tintes editoriales, con pretensiones estéticas y filosóficas bien asumidas— es un sitio hermético por elección. No por arrogancia, sino por higiene simbólica.

Se accede a él no por compulsión algorítmica, sino por afinidad profunda: del pensamiento, del gusto y del hambre de sentido. Este es un templo para los que aún creen que el arte no tiene por qué explicarse, que la literatura no debe justificarse y que el pensamiento no debe volverse entretenimiento. Aquí no se grita: se escribe. Aquí no se compite: se respira aire seco. Y si algo espera este espacio es que usted —lector— sepa que no todo texto necesita respuesta. Algunos solo exigen ser leídos con tiempo y con la disposición de quien cruza un desierto sabiendo que tal vez no haya agua.

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